8 de octubre de 2013

Living de viernes por la noche


La escena no deja dudas. Ron Carter, una leyenda viviente de 76 años, se despide del escenario del teatro Gran Rex. Un bastón y una leve renguera  le dan ese aire de soldado de mil batallas. Es un moreno alto, flaco, elegante y con swing. Por momentos pareciera un personaje escapado de “Django”, la película de Quentin Tarantino.
Sus laderos, el pianista Donald Vega y el guitarrista Russell Malone, con los que forma el  Golden Striker trío,  hacen de extras para una despedida del escenario  gestual y emotiva. Carter juguetea con el bastón (que le da una presencia sutil), agradece y sonríe  mientras sus músicos simulan una roldana para levantarlo cada vez  que se inclina ante el público.
Las luces del teatro están prendidas. Todos los que aplaudimos de pie sabemos que estamos homenajeando a una leyenda.  Un verdadero mito.  Carter integró y formó parte de quizás, el grupo más perfecto que dio el jazz, el segundo quinteto de Miles Davis, que existió entre 1963 y 1968, años indelebles para la historia del género. Pero  no solo eso: tocó con todos: Bill Evans, Sonny Rollins, Thelonious Monk, Chet Baker, James Brown, Aretha Franklin, Tom Jobim, Carlos Santana,  etc, etc, y etcéteras …..hasta aburrir.
 “Bienvenidos a nuestro living de viernes por la noche”, había dicho en un momento del concierto Carter. Una sonoridad clara, fina  inunda la  atmósfera y nos lleva de paseo a la cadencia  jazzera de los clubes de Nueva York. 
Durante una buena parte de la noche del viernes el Gran Rex se transformó en un sótano  con un trío de lujo musicalizando la situación. Claro que la delicadeza superó al riesgo y a la experimentación. No está  la cosa para otros trotes, diría alguien.
Ron Carter quiso ser chelista de música clásica pero el destino y el racismo de los EEUU de la década del 50 no se lo permitieron. Pero como una puerta puede llevarnos a otra puerta, al bueno de Ron lo llevó  a transformarse en la leyenda de la historia del Jazz y del contrabajo. Un instrumento de lo más quijotesco que  quedará asociado a su imagen por que la música los unió. Pequeñas delicias del caos.

En fin. Las luces siguen prendidas en el teatro. Mucho periodista, mucho músico entre el público, sospecho y casi confirmo. Amagan a retirarse del escenario  y la ovación es mayor.  El público redobla la apuesta. Son más de las once y media de la noche. Segundos después  aparecen por uno de los costados. Nos preparamos para un último tema. Las luces se apagan. Trago y me desparramo en la butaca.

 Martín Vergara  (jade jazz) 


3 de julio de 2013

Escalandrum presentó VERTIGO

Obstinados y vertiginosos


Se cree que la vista del tiburón Escalandrún es mala y que el momento en el que mejor ven es cuando la luz apenas se distingue. Su característica sensorial más particular es su capacidad para percibir hasta la más mínima corriente electromagnética a través de sus receptores y su crecimiento y maduración es lenta.
Se podría decir que el sexteto Escalandrum, banda que desde hace catorce años navega las aguas del jazz argento, comparte particularidades bastante parecidas al escualo de las costas atlánticas al que homenajean, de alguna forma.
A punto de presentar su séptimo disco, los escualos charlan, juegan y se divierten en un clima de gran cordialidad y confianza. El nuevo trabajo lleva por título “Vértigo” y, sin dudas, hace referencia a la vorágine que llevaron, sobre todo, el año pasado cuando se dieron el lujo de ganar los premios más representativos de la industria musical argentina, algo inédito para una banda de jazz en estas pampas.
Sin embargo, sin relajarse en esa comodidad, acá andan presentando ocho piezas originales en una búsqueda que los excede. Un camino genuino y, por cómo se los ve y oye, feliz.
La ciudad, en sábado nocturno, despliega ese culto a la amistad que caracteriza  a la Buenos Aires actual. Manadas van y vienen disfrutándose, riendo, callando y colmando bares y proyectos.
Es junio y el frío acampa en las márgenes de la costa bonaerense, húmeda. El público llega con ganas y entra en esta Trastienda práctica, ágil, siempre bien predispuesta.  Las luces se prenden y juegan entre sí. Todo está listo.
Los Escalandrum son, entre otras cosas, un grupo de amigos. Que de tanto salir, ver recitales y comer asados decidieron armar una banda y sostener una mixtura musical no muy comercial  y de difícil explicación. Y acá están, prontos a salir al escenario de una sala llena de gente ávida de empalagarse con el vértigo de estos muchachos que andan con paso firme.
Y finalmente llega la hora. Caminan por el pasillo que los saca de los camarines. Suben la mágica escalera. Se saludan. Se palmean. Se miran. Se saben agradecidos por ser el sueño del pibe. Se sienten cómodos y se nota.

Y entonces brillan en climas y colores. Pipi, sutil en la bata,  lleva la voz cantante y realiza un gran stand up en su aparente timidez. Mariano sólido en el contrabajo. Damián, Martín y Gustavo se lucen como señoritas en fiesta de quince y Nicolas, un fino, genio y loco maneja el piano como un erudito, cada vez más suelto.
Suena “Obstinado”, “Vértigo” e “Insomnio”.  Un rato más tarde “Nocturno”, “Cumulus  Limbus”, “Pata de elefante”, “Variaciones para sexteto” y “Angulos”.
Es una descarga emocional que no deja demasiadas dudas. Alguien del público esboza un pedido del disco anterior que homenajea la música de Astor. Es negado con razones: “Perdón, pero necesitamos hacer lo nuestro”. Un bis con aire folklórico de la primera etapa y todos a comer. Que más.  
Nos miramos satisfechos. Una nueva batalla de los acontecimientos.
La realidad es lo más inestable, como me decía el Pelusa.

Por Martín Vergara


20 de marzo de 2013

UN PREMIO PARA JADE JAZZ!!!


Como parte del Certamen audiovisual "Argentina en Plano General", organizado por el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en conjunto con el realizador Miguel Pereira, nos complace informarles que Jade Jazz Producciones Televisivas y la Fundación Inti Main han sido premiadas por su trabajo "Liber Jazz, homenaje a Astor Piazzolla", registrado en diciembre de 2012, como parte de la sección cortos documentales.

En el marco del Programa DNI (Desde Nuestro Interior) la muestra se propone mostrar realizaciones audiovisuales generales en todo el país, dar a conocer la creatividad que existe en la República Argentina y promover el intercambio entre realizadores y productores.

Aquí, el link del trabajo:



1 de febrero de 2013



Las remeras son de 100% ALGODON.Todos los talles. 
VALOR $100 MAS ENVIO!!! 
Cualquier duda escribinos a info@jadejazz.tv, Pedí la tuya !!! 
Envio valor aproximado entre $40 y $60 según destino!!

15 de febrero de 2012

Spinettalandia y sus amigos


Buenos Aires, Pilar. Parque Memorial.

Mediodía de viernes. Hace calor y el cielo está cristalino. Estoy triste y no voy a evitarlo. Camino por la calle que bordea la Panamericana entre unas hermosas casuarinas, jóvenes. Desde la noche del jueves que no paro de escuchar música de Spinetta. En cadena, el hechizo me mantiene hipnótico. Desde el momento que la noticia de su muerte me inundó ando con la mirada congelada en el infinito: no puede decir ni pensar mucho. Realizo actos mecánicos y camino en silencio. Miro la luna, que está muy nítida y escucho su música sin parar. Como si algo pudiera sanar, como si pudiera encontrar algo.

-Hola. Vengo al entierro de….(me doy cuenta que no puedo decirlo)

-¿De Spinetta?, me dice un tipo detrás de la reja.

-¿Familiar o amigo?, me pregunta.

-Amigo, digo, firme.

Entro decidido y con una piedra en el pecho. No puedo creerlo. El Flaco es tan presente que me cuesta pensarlo en pasado. No puedo dejar de sentir cuanto lo voy a extrañar. ¿Amigo o familiar?, me preguntó el tipo. Más que amigo…..“un referente espiritual”, le dije un día y él me miró por encima de sus anteojos de leer, me abrazó y nos sacamos una foto.

En la puerta hay muchos móviles de televisión esperando la llegada del féretro. Hay fotógrafos y algunos mirones locales. Me dicen que la caravana salió de Buenos Aires y me siento con mis auriculares en la verde pradera de ese cementerio club.

Mi cabeza gira por Mundos Spinetteanos y me voy a Barrancas de Belgrano, de ahí al día que tocó en el teatro Colón, al escenario del lago de Palermo, al Velódromo, a la mañanita que con mi hijo en brazos lo escuché en Radioset. Mi cabeza gira y recuerdo como me hacía ir de adolescente a buscar los libros de Carlos Castaneda, de Artaud, de los surrealistas. Me emociono al pensar en el código encriptado pero sutil que significa definirse: Spinetteano. Agarro mi celular y elijo de mi agenda a aquellas personas que estoy necesitando comunicarme y que quizá no veo hace años. “Abrazo Spinetteano”, tipeo y envío.

Me saco los auriculares y me conecto con el ambiente. Está llegando alguna gente y veo caras que creo reconocer. Sin querer pienso en el tamaño incorpóreo que deja, porque los discos están, eso está, es y será. Siento cuanto voy a extrañar su humor, sus entrevistas. Sus palabras y su mirada de las cosas, enormes referencias para quienes somos sus alumnos. Y pienso en esta sensación de orfandad: ¿y ahora?. Era el patriarca de los pájaros, me digo. Un ser de luz. Palabra que usó para cada una de las más de trescientas canciones que escribió.

Un enjambre de medios está agolpado en la puerta. No debe faltar mucho para la llegada. Ahora a los medios les importa el flaco, pienso. Si en la puta vida le dieron bola. Escuchar algo en la radio durante años era muy difícil. Realmente nunca fue popular. Se la pasó durante años tocando en pequeños teatros, bibliotecas, colegios y en cuanta causa que creyera justa. Intento pensar en que momento se hizo popular o masivo. Y siento que en el fondo todos lo respetaban. Pocos se animaban a hablar medianamente mal de él o su música. Se me cruza la gran persona que fue. Un tipo que podría definirse como íntegro: ideológicamente, filosóficamente. Honesto consigo mismo. Pequeña cosa, me digo. Y pagó caro su honestidad. Durante muchos años anduvo de contramano, pero fiel.

Que groso. Ser un terrible artista y una gran persona. Como padre, amigo y compañero todos sus seres cercanos no paran de hablar maravillas. Las imágenes se me cruzan y confirmo: nunca especuló con la nostalgia, pudiendo haberlo hecho mil veces. El hijo de puta se despidió en Vélez. Algo sabía, a mí que no me joda.

Vuelvo a mis auriculares y vibro con su música que es como un aleph de influencias de acuerdo a sus mil locuras, pero algo es indiscutible: suena a Spinetta. Siempre, de eso no hay duda.

¿Cuándo lo vi por última vez?, me pregunto. Se me entremezclan algunos recuerdos, pero enseguida la condenso. En el patio de un mercado tomado por la asamblea popular de Palermo. Un sábado por la tarde-noche. Yo andaba trabajando y salí a caminar armonioso. Grosera sorpresa la de encontrarme con el Flaco apoyando la causa de un grupo de vecinos y sentadito en un banco con su guitarra. “Hay que apoyar a estos pibes, son divinos”, dijo. Eramos no más de cincuenta personas.

Los cableros empiezan a correr, los reporteros se empujan. Las puertas se abren. Los autos negros se detienen. Los familiares se acercan al primer auto. Hablan con alguien de organización del parque y bajan un cajón lleno de flores, cartas, remeras escritas. Nadie habla. El silencio duele. Alguien grita: “te amo Flaco”. Otro grito: “No habrá ninguno igual”. Me parece imposible creer que ahí dentro está el cuerpo. La familia encabeza la caravana y todos entran a la capilla. Un cura intenta un par de palabras vacías. La caravana se encamina por el verde hasta un descanso de despedida.

Como en el funeral de El gran Pez están todos. Los Hijos, Familia y amigos rodeando el féretro. A pasos está Don Lucero, El Payaso Triste, Dylan Martí, Starosta (el idiota), Edelmiro Molinari, El Kamikaze, René de Calle 13, El Mono Fontana, Emilio Del Guercio, Maribel, El capitán Beto, Carolina Peleritti, Pappo, Pomo Lorenzo, La azafata del Tren Fantasma, Rodolfo García, Cristina Bustamente, Ludmila, Fito Paez, La muchacha, la Vieja Barrios….

El creador está dejando su cuerpo y todos se miran cómplices. El cajón pasa al sector de cremación y lloramos. Me alejo para dejar sola a la familia.

Algo de paz, misión cumplida para el Flaco, siento. El Gran Pez está en el Río de la Plata, en ésta ciudad en la que dejó energéticos señuelos durante su etapa terrenal.

Celebrar la vida, murmuro caminando. Eso me diría el Flaco.

Por Martín Vergara. 14/02/12.



4 de octubre de 2011

DE COLORES Y HONESTIDADES

MARIANO OTERO, ROJO.

Hay mucha gente en los camarines. Se toma vino y se charla lindo. La trompeta de Juan Cruz de Urquiza suena estridente en un cuarto con la puerta semi cerrada. Rodrigo Dominguez y Ramiro Flores esperan el pitazo. Falta poco para subir al escenario del ND Ateneo.

Mariano Otero sonríe, se cambia y parece disfrutar del viaje. Está en todo y eso pesa:

hay tensión. En los pasillos del teatro la gente ingresa a la sala en sábado. Son poco más de las nueve de la noche y lentos los peregrinos se congregan a pasos de la avenida 9 de julio. Hay una variedad de público notable. Señoras empilchadas, señores elegantes, pimpollos en primavera y visibles estudiantes de música.

La presentación de “Rojo”, el último trabajo del compositor y referente del jazz

Mariano Otero, es la excusa que combina a todo este público enrolado en un género cada vez más permeable.

Pocos minutos antes de subir los once músicos se preparan para la foto previa. Hay saludos y motivaciones. El grito de ¡Papá! lo hace darse vuelta a Otero que se abraza emocionado con su hijo que segundos después se pierde corriendo por el pasillo. Mariano es un tipo sanguíneo y se nota.

Rojo: adj.-m. Del latin Russus. Encarnado muy vivo. Dícese del color parecido al de la sangre arterial.

El concierto navega, ahora, por ese mundo cambiante de climas y texturas donde conviven una milonga de Don Atahualpa, la poesía y el alma Spinettiana, el jazz rock, la atmósfera de un jazz club con Charles Mingus y un hipotético entierro del Comandante Guevara. Todos comparten escenario en un ambiente familiar y conversado.


Otero se mueve y maneja los hilos de este seleccionado local que le responde fiel. Casi como una bandita de amigos, de esa que frecuentaba en su Avellaneda natal que le dio ese amor por El Rojo, color que le va y le vuelve de distintas formas en su vida.

Es un trabajo bisagra en su carrera. Tanto es así que hay algo en el escenario que reluce por su falta: el contrabajo. Un cover de Bob Marley y un homenaje a Led Zeppelin otorgan un aire rockero que buena parte del teatro disfruta en un código generacional.

Mariano Otero disfruta en el escenario: ríe, habla, canta y va soltando amarras y prejuicios. Es un claro referente de la intangibilidad de las fronteras musicales y los rótulos. Es un tipo efervescente y sanguíneo. Y eso se nota.

Martín Vergara (jade Jazz)

1 de septiembre de 2011




Bajo la consigna "la mujer en cuerpo y voz" se realizó entre los días 23 al 25 de mayo la tercera edición del Festival Internacional de Ushuaia "Jazz al fin" 2011. Charlas, debates y proyecciones dieron vida a esta nueva sesión que contó con la presencia de la cantante Roxana Amed, la violinista suiza Sophie lüssi, Carmen Baliero y las uruguayas Ana Prada y Lea Ben Sasson, entre otras.