15 de junio de 2010

Jazz al fin 2010: final a toda orquesta


Por Martín Vergara

Que la experiencia tiene un carácter intransferible es un concepto que Sandra Ruiz Díaz, organizadora del Festival Internacional “Jazz al fin”, tuvo que transitar en carne propia. Es que en esta segunda edición del Festival de Ushuaia 2010 se duplicó la apuesta, más bien se tiró toda la carne al asador. A la férrea voluntad de la organización se le sumó una grilla de espectáculos que incluyó a lo mejor de ésta generación del jazz local y al patriarca de ésta y otras generaciones, el ya legendario Walter Malosetti.

El calor afectivo que rodeó a los distintos homenajes que se le hicieron durante el primer día al maestro Malosetti fue el preludio de una noche magnífica que arrancó con la banda municipal, continuó con el grupo local Vocal Jazz y cerró en una especie de zapada multitudinaria y conversada donde Malosetti, emocionado y agradecido, disparaba temas propios y standards desde su Gibson con el apoyo incondicional de sus secuaces Mauro Vicino y Guillermo Delgado.

Y no era para menos, el día anterior Walter Malosetti había cumplido 79 años y se lo veía feliz, satisfecho y contenido por Sara, su actual compañera.

El Festival recién arrancaba y se estaban calentando los motores. Algunos músicos llegaban y gran parte de los periodistas todavía se estaban acomodando a los horarios, las comidas y los traslados.

El nombramiento a Malosetti como “visitante ilustre” de la ciudad en el “tren del fin del mundo” tuvo una fuerte carga emotiva. Es que Walter es hijo de un ferroviario jefe de estación y su vida trascurrió entre rieles y terminales. Y el tren es un homenaje a los ferrocarriles además de un trágico recuerdo de los presos que lo construyeron.

La gente colmó la sala para la segunda noche del Festival que arrancó con la banda local Nievas Proyect que se llevó una cálida recepción. El sonido era impecable y la cordialidad reinaba. Ni baches ni caras largas.

La propuesta de Fernando Tarrés y su espectáculo Trespass fue una fuerte apuesta al riesgo muy bien recibida por el público. Acompañado por el saxofonista Rodrigo Domínguez y el contrabajista Jerónimo Carmona, Tarrés (desde sus computadoras) creó un mundo de imágenes y sonidos de gran densidad musical y conceptual que llevaron a un viaje introspectivo. Impecable.

El cierre estuvo a cargo del cuarteto de Sergio Poli. Un violinista de La plata con gran swing y musicalidad que dejó ir a la gente en paz en la noche helada de Ushuaia. El hambre y el cansancio empezaban a moldearse en las caras.

La noche del sábado tenía el toque “World music” de la grilla. Arrancó con la bonita voz de Patti Ramone acompañada de un pianista colombiano apadrinado por Ernesto Jodos, Nicolás Ospina. Le siguió un muy excéntrico italiano llamado Enzo Rocco con un espectáculo encriptado (por así decirlo). Continuaron los ecuatorianos de Nuages jazz, un divertido combo cercano a la música balcánica con giros latinoamericanos y un cantante francés que levantó al público local. Y el cierre estuvo a cargo de una cubana, cantante e instrumentista, con dominio de la escena y gran futuro llamada Yusa. Fue un final impecable para la noche internacional. Acompañada por Marcos Archetti , motor en las sombras de éste y varios festivales, Yusa mostró un carisma y una calidad diferente, sutil.

La jam session en el pub Kuar fue el relax para un día agitado. Músicos, amigos y vecinos charlando al sonido de una zapada infinita a orillas del mar. Afuera llovía y se debatía el color del cielo para las nevadas. El frío era intenso, pero no nevó. Un productor de televisión negociaba un canje por bebidas. Tres músicos y un periodista hacían ronda afuera mientras miraban a la nevisca jugando en el viento.

La noche del domingo fue la noche de cierre del Festival “Jazz al fin” 2010 y el encuentro estaba a punto caramelo. Cerca de las 8 de la noche Marcos Archetti mostró junto a más de treinta alumnos en el escenario su taller de ensambles sobre jazz y ritmos latinoamericanos. Más que un gran músico, Marcos es un agitador cultural a esta altura. Muy aplaudido, por cierto.

A partir de las 9 de la noche desembarcó una troupe que no paró hasta finalizar la noche. En el piano y delicadamente sentada, hizo pie el trío de Paula Schocrón, junto a Cartó Brandán en batería y Jerónimo Carmona en contrabajo en un juego de exquisiteces y finezas. Como si no hubiera habido corte y mientras el público intentaba bajarse del viaje anterior llegó el quinteto del trompetista Mariano Loiacono, con Ramiro Flores en saxo, Hernán Jacinto en piano, Ezequiel Dutil en contrabajo y Luciano Ruggieri en batería. Una verdadera banda sonando fuerte y personal.

Para finalizar la velada, y no previsto en la programación original, llegó el cuarteto de Mariano Otero en un fortuito bonus track que terminó por cerrar con aire rockero este cruce de buena parte de una generación con identidad propia, con aire movimientista.

En las calles los charcos ya estaban congelados, un verdadero peligro para chicos y grandes. La gente se retiraba más que satisfecha, empalagada. Los organizadores sonrientes y serenos luego de meses de preparativos. Y se lo merecían: duplicaron la apuesta y ganaron. El Festival creció a pasos agigantados en riesgo y personalidad.

El balcón de más acá


Por Martín Vergara

Una escarcha en forma de agujitas cae de ese cielo plomizo. “Hace calor, unos tres grados”, dicen. Las calles albergan a una población que se escurre en cada esquina. Es que de alguna forma Ushuaia es la esquina del mundo. Es el lugar donde dobla el viento: es una ciudad de cruces y paradojas.

Es un deleite de los sentidos y un cachetazo de la naturaleza. Es un lugar oscuro y mitológico. De un origen de milicos y convictos aislados en la misma cárcel. Gran parte de la ciudad fue construida por mano de obra engrillada que durante las primeras décadas del siglo pasado poblaron los pasillos helados de la cárcel más austral.

Esa mezcla energética vibra poderosa en las calles y las entrañas de la ciudad del fin del mundo, esa necesidad humana de tantear límites y explicaciones a lo que nos rodea.

Los pequeños copos de agua nieve suben y bajan. Dan pequeñas morisquetas al ritmo del viento helado. Hay miradas esquivas y mucha ropa en los pasajeros de la cuadra. Este pequeño hormiguero se prepara para una noche larga. El sol tomará fuerzas recién a las diez del otro día.

Esa mañana amanece celeste. Un aire helado baja del paredón nevado que se alza a las espaldas. Parece increíble que a alguien se le haya ocurrido fundar una ciudad en este lugar. De sólo pensar en proponérselo parece una irrealidad: es que cuando la luz del sol invade y clarifica el paisaje una toma realmente noción del marco en el que está. Es un milagro. Más bien un despropósito. Es una falta de respeto que uno intente pensar: sólo debería observar en silencio escuchando jazz.

El ritmo de una población foránea le pone color a la ciudad de hoy, globalizada y necesitada de estímulos. El aislamiento natural le da un aura especial, casi supersticioso.

Ushuaia es hermosa, tan bonita como imaginarse una ciudad crecida en la falda de un cerro nevado mirando el azul infinito del mar, pero también asfixiante. También es una marca registrada de una asociación de imágenes difícil de trasmitir. Es un experimento humano con la firma de Julio Verne. Es la confirmación que el fin no existe o todo lo contrario.

3 de junio de 2010

Jazz en la nieve, jazz en Ushuaia, jazz al fin


Por Facundo Berisso *

(Desde Ushuaia)

Quizás sea imposible describir la emoción que me genera mi vuelta a Ushuaia.

A mediados de 1992, luego de un viaje de sube y baja en el recordado Electra, aterrizaba con mis 18 años en esta ciudad con un bolso en forma de cilindro, mis ojos húmedos de desconsuelo y un uniforme verde para cumplir con el servicio militar.

Hoy, Ushuaia no es la misma. Está más poblada, con grandes tiendas y adolescentes corriendo por la Av. San Martín. Está lejos de aquella fría y desolada ciudad que me toco vivir.

Esta vez vengo sin cargas militares, ni guardias cuidando la nieve, con mi cámara Hd, ya muy lejos de aquel niño que conoció esta ciudad no como un feliz turista.

Vine a registrar la segunda edición del Jazz al fin.

Despertar el interés de músicos de experiencia en el Jazz local para que vengan a tocar sin muchas referencias, hace que esta ciudad crea en la propuesta de la organizadora Sandra Ruiz Díaz, quien no se cansa de repetir: “hagamos que nuestro sur se el norte”.

Es así que hoy, en un acto histórico para los amantes de la buena música, tengo el privilegio de cantarle el feliz cumple a el padre de jazz local, Walter Malosseti, que con su genio y humildad permitió compartir la mesa. Una noche amena para empezar a vivir lo que va ser la segunda experiencia de este festival que crecerá a través de los años.

Quizás estas líneas desborden melancolía.

Pero sólo son el intento de reflejar la federación del jazz en nuestro país, que increíblemente se sostiene, vive, y busca un lugar día a día. Cuando en las metrópolis se contagian de música chatarra, los músicos se quedan sin lugares para expresar su arte. Parece que se lucha para que lo bueno parezca aburrido.

Por eso es que Jade Jazz intenta apoyar estas acciones que algún día tendrán sentido en este inconsciente colectivo que vivimos.

Bienvenido el jazz, bienvenido el Jazz al fin en Ushuaia. Lo que le faltaba a la ciudad más austral de todas para completar un hermoso paisaje: jazz.

*Realizador y productor de Jade Jazz y otras músicas

1 de junio de 2010

Jazz al fin 2009

Una de las primeras producciones de Jade Jazz. Muchos recuerdos del Jazz al fin 2009. Acá te dejamos la primera parte de la cobertura. Para ver el especial entero, ingresá a www.jade.vxv.com